La comunicación de marca es lo que permite que ésta se sea conocida y reconocida. Podemos tener el mejor producto del mundo, prestar un servicio mejor que nadie, pero si los demás no lo conocen es igual que si no existiese.
Para conseguir esta presencia y que los demás nos conozcan disponemos de muchos canales más o menos formales y será el conjunto de ellos y cómo aparezcamos, lo que al final nos otorgará un posicionamiento en esa jungla llamada mercado.
Debemos definir cómo queremos que sea nuestra presencia, qué objetivos queremos conseguir, y sobre todo debemos planificar cómo lo vamos a hacer, qué herramientas utilizaremos, debemos definir un plan, y una vez lo tengamos claro se trata de ejecutarlo de forma decidida, sin titubeos ni bandazos. Se trata de seguir la trayectoria marcada corrigiendo solo la dirección cuando sea preciso y seamos nosotros quien lo ve necesario, no por lo que opinen otros.
No solo comunicamos cuando nos encontramos ante una audiencia de miles de personas, sino que cuando entregamos una tarjeta de visita, cuando enviamos un fax, o un correo electrónico, estamos construyendo nuestra imagen de marca, estamos diciendo qué y cómo somos: estamos comunicando.
De todas las herramientas de comunicación, la publicidad posiblemente sea la herramienta más poderosa para seducir y penetrar en la mente del consumidor para ilusionarle y sorprenderle. Se trata de crear una historia que nos represente tal como somos de una forma transparente y sin maquillaje como señalaba en un post anterior.